Continuación de los
Diálogos con el tío Max
(por Georgina García-Mauriño)
Diálogos con el tío Max
(por Georgina García-Mauriño)
Georgina- Nos decías que "Hoy no hay pretexto. La mejor música está al alcance de cualquiera que quiera disfrutarla en su salón o compartirla en familia." Y estoy tan de acuerdo, que te traigo un ejemplo...
Sin embargo, me suenas muy optimista, cuando yo tengo alguna duda... ¿Tú crees que estas nuevas formas de presentarse la mejor música, los nuevos medios que hacen más accesible la música de los grandes compositores de la historia, propiciarán que llegue al gran público?
Sin embargo, me suenas muy optimista, cuando yo tengo alguna duda... ¿Tú crees que estas nuevas formas de presentarse la mejor música, los nuevos medios que hacen más accesible la música de los grandes compositores de la historia, propiciarán que llegue al gran público?
Max- A ver… yo pienso que hay formas nuevas para transmitir el maravilloso
legado que es nuestra música occidental. Ese patrimonio musical que es de
todos, que forma parte de nuestra memoria, que ha acompañado a los hombres en
su progreso, no puede malograrse: su abandono resultaría una desidia
imperdonable en unos tiempos en que la comunicación humana es más intensa y
fácil que nunca. En otros tiempos fueron los vinilos, y también la televisión y
la radio hicieron posible su difusión y supervivencia, y yo he sido testigo del
enorme éxito de la música clásica en esos medios, en los que yo modestamente
también participé siendo joven. Más tarde, fueron los Cds y los Dvds, y hoy la
clásica debe encontrar su lugar entre los contenidos de los nuevos medios de
comunicación, en Internet. Ese lugar debería ser importante pues se trata de un
legado cultural fundamental para los hombres, y porque la música buena nos hace
mejores.
Georgina- Pero, ¿cómo va a hacerse ese lugar en la nueva era informática?
Max- La música como toda forma de cultura y ocio tiene que competir en el inmenso escaparate de Internet con toda
suerte de ofertas, que se presentan a quien se sienta frente a su ordenador o
se conecta con esos otros aparatos portátiles (los móviles, los iPad…). Cuando
nos lanzamos a navegar según nuestros intereses nos encontramos con los vientos
de las sugerencias que el “atento” buscador va presentando de acuerdo con
nuestro “perfil”, y no siempre nos llevan a donde teníamos pensado. Para mí,
Internet no deja de ser un gran mercado, enormemente libre pero con sus puestos
–más o menos grandes y poderosos- con su omnipresente publicidad y peligrosa manipulación
de voluntades… pero, a diferencia de los mercados, o mejor, a diferencia de los
grandes centros comerciales, en Internet el consumidor, el usuario, “el público”, sí mantiene el control, su espíritu crítico alerta, dispone de más libertad
para elegir. Por lo menos esa es la impresión que yo tengo, y en todo caso de
lo que estoy seguro es que hay un público amante de la buena música, que
aprecia los espacios de calidad y que puede ayudar a que poco a poco se definan
y se difundan las mejores propuestas.
Georgina- Pero entonces, si al público se llega con lo que ya corre por Internet,
¿qué pasa con los músicos, dónde se sitúa el intérprete actual?
Max- Los intérpretes actuales son fundamentales para mantener el legado vivo y
para recordarnos la vigencia de esas huellas sonoras que la condición humana ha
ido generando a través de los siglos. Nada más sobrecogedor que la mágica
comunicación entre el oyente sensible, el intérprete y el compositor a través
de una obra interpretada en vivo: una comunión en un momento concreto pero que
trasciende al tiempo. Aunque para que se produzca el privilegiado momento es preciso
que se den ciertas circunstancias, entre ellas una sensibilidad del oyente que
puede estar más o menos desarrollada. Y para eso es importante aprender a
escuchar bien, cosa fundamental, que hoy en día debería estar al alcance de todo el mundo.
Tú lo sabes bien.
Georgina- Pues sí, tío Max. En ello trabajo desde hace ya muchos años, y por eso
tus aventuras Bajo el árbol de la música en casa de tus abuelos, que encontré en la
mesilla de tía Carmen, me entusiasmaron. Sé que en un primer momento te
sorprendió mi interés, y no eras muy partidario de compartirlas, pero al final
accediste a que las ilustrara. En eso, creo que le debo algo a la tía Jo que me
ayudó a convencerte. Y no imaginas mis nervios al grabar aquel vídeo que te
envié cuando empezaba mis trabajos, y con el que te pedía permiso para buscar
editor. Al final accediste, pero ahora me gustaría que me contaras qué fue lo
que te hizo cambiar de opinión.
Max- …Yo recordaba haberlas escrito con el arrebato de las emociones de la
adolescencia. Las anécdotas eran domésticas y seguramente mi talento narrativo
escaso o por lo menos demasiado modesto como para hacerlo público. Sin embargo,
al releerlas reviví mis primeras experiencias escuchando música, y comprendí la
naturalidad con la que había entrado en mi vida. En aquella época, los primeros
años 50, ni los niños ni los mayores teníamos pantallas ni teléfonos, pero el
gramófono de la biblioteca ponía banda sonora a la vida de la casa, y la música
del abuelo me acompañó en aquellos años y me ayudó a crecer. Aunque hoy los
chicos tienen muchas cosas, todo lo que aparece en aquellos diarios de verano
también está a su alcance. La tecnología a menudo eclipsa otras vivencias… Por
eso, cuando Patricia, la más pequeña de mis nietas, al terminar la lectura de la primera de
mis aventuras me pidió le pusiera el disco de Vivaldi donde cantaba el jilguero
comprendí que habías acertado. Y pensé que si estos escritos pueden inspirar a algún
abuelo o a algún joven ideas para disfrutar con la mejor música, vale la pena intentar que lleguen. Deberías compartir el vídeo que me enviaste cuando empezabas a ilustrar los cuentos y creías que podrían interesar a algún editor.
Georgina- Me temo que aquel video no hace hace justicia a tus aventuras, pero bueno, aquí lo dejo porque tú me lo pides, tío Max.
Recordando ese inicio de nuestra colaboración, vemos que se hace tarde y acordamos, Max y yo, dejar nuestra conversación por ahora para salir de la biblioteca al sol del mediodía. Al despedirnos, la directora que conoce por el tío Max mi interés por las bibliotecas, me comenta la campaña de apoyo ciudadano que están lanzando. Me interesa tanto que me entrega los pasquines que han imprimido para facilitar que los usuarios sensibilizados puedan alzar la voz ante sus representantes políticos. Me admira en los estadounidenses la conciencia ciudadana, y su forma civilizada y eficaz de canalizarla, una tradición que espero traer a colación en mi próxima conversación con el tío Max. De momento, nos subimos a su coche, y la radio nos regala una partita de J.S.Bach para recorrer el camino hasta mi alojamiento, subiendo la colina sin perder de vista el imponente lago Cayuga.
Georgina- Me temo que aquel video no hace hace justicia a tus aventuras, pero bueno, aquí lo dejo porque tú me lo pides, tío Max.
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Recordando ese inicio de nuestra colaboración, vemos que se hace tarde y acordamos, Max y yo, dejar nuestra conversación por ahora para salir de la biblioteca al sol del mediodía. Al despedirnos, la directora que conoce por el tío Max mi interés por las bibliotecas, me comenta la campaña de apoyo ciudadano que están lanzando. Me interesa tanto que me entrega los pasquines que han imprimido para facilitar que los usuarios sensibilizados puedan alzar la voz ante sus representantes políticos. Me admira en los estadounidenses la conciencia ciudadana, y su forma civilizada y eficaz de canalizarla, una tradición que espero traer a colación en mi próxima conversación con el tío Max. De momento, nos subimos a su coche, y la radio nos regala una partita de J.S.Bach para recorrer el camino hasta mi alojamiento, subiendo la colina sin perder de vista el imponente lago Cayuga.
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