Así que en julio tomé un avión rumbo a Madrid primero, para viajar después a Francia. Me acompañaron mis nietos Martha y Max Jr. En España tuvimos ocasión de visitar unos cuantos de mis lugares preferidos; el Palacio Real, el Auditorio Nacional, y por supuesto el Museo del Prado, donde había una exposición fantástica con los "tesoros de la Hispanic Society of America", fundación en la que trabajó mi tía Clara Luisa, y por a la que no dejo de acercarme cuando estoy en Nueva York.
En nuestros ratos más tranquilos, y cuando estuvimos en casa de los abuelos, nos acompañaba el recuerdo de Carmen que nos habia dado el pretexto para la aventura del reencuentro con nuestra familia en Europa. Cuando Georgina y su marido J.M. conocieron a Carmen vivía sola en la vieja casa de los abuelos en el pueblo. Ellos la ayudaron a retomar contacto con algunos miembros de la familia que habían hecho su vida tan lejos, que ya nunca se acercaban por allí. Ella buscaba un heredero para lo que para ella eran "tesoros de su pasado", pero esa búsqueda terminó en la generosa donación de sus objetos más preciados a aquellos que podían darles mejor uso. Carmen entendió que todo aquello merecía una nueva vida.
Yo le prometí mantener vivo el espíritu de aquella casa, llena de nuestras maravillosas vivencias de infancia, de nuestras extraordinarias experiencias en familia: preparar meriendas de fiesta con la abuela, jugar en el jardín con la música del abuelo que nos llegaba desde el ventanal de la biblioteca, las partidas de ajedrez, el fútbol, las pinturas en el porche... ¡Allí fuimos tan felices de niños y aprendimos tanto! En los diarios que escribí en mi adolescencia cuento algo de aquello. Y en las últimas Navidades que pasamos juntos, Georgina y yo prometimos a Carmen, que intentaríamos publicarlos de algún modo. Mis nietos Martha y Max también dijeron que nos ayudarían. Entonces, Georgina empezó a ilustrarlos y les dió el título de "las aventuras de Max bajo el árbol de la música".
El proyecto de Émilie nos dejó llenos de entusiasmo, y a Martha le ha servido de aliciente. Desde su juventud, y entusiasmo por sus estudios de ingeniería, nos ha retado a ponernos al día si queremos que nuestro legado sobreviva. Al parecer, los avances en inteligencia artificial van a plantearnos una dura competencia porque levantan un entusiasmo que acaba fascinando, y puede dejar a muchos a merced de las máquinas. Por eso, habrá que buscar aliados en las nuevas tecnologías para dejar testimonio de nuestro mundo. Por eso estamos decididos a buscar amigos y colaboradores que trabajen en Realidad Virtual, en la Blockchain... Como dice Georgina, lo que importa no es el medio sino el mensaje.
También esperamos, Georgina y yo, que los amigos que nos han acompañado hasta ahora se unan a nuestra aventura, y también hacer nuevos amigos, para dejar nuestra huella más humana a las generaciones futuras... Yo me apunto ¡por mis nietos! y tú, ¿te apuntarías?
Max
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